Ante encargados de más de 60 municipios de todo el país, los expertos del Laboratorio Vegetal Las Salinas pudieron mostrar en terreno el modelo que han estudiado para que las ciudades puedan adaptar sus áreas verdes, sumando la inmensa riqueza biológica de las especies nativas.
Esta actividad se sumó a una presentación que realizaron durante la mañana en el Hotel Marina del Rey, en el marco de la escuela de verano Mega sequía y Gestión Municipal ante los Efectos del Cambio Climático, organizada por la Asociación Chilena de Municipalidades.
Después de casi tres años de trabajo e investigación el volumen vegetal en el Laboratorio Vegetal se destaca y sus creadores ya tienen la experiencia y los resultados para tener una paleta y una propuesta de especies vegetales, para colocar en espacios públicos urbanos. “Hoy nosotros podemos decir, que tenemos una paleta exacta para varios m2 de superficie con 12 a 15 especies vegetales, que puestas de una determinada forma, nos permitiría reemplazar ciertos sectores de la ciudad, donde en términos ecosistémicos no ocurre absolutamente nada”, dice Salvador Donghi, biólogo y uno de los impulsores del Laboratorio Vegetal, quien agrega: “lo que pretende el laboratorio vegetal no es pelear contra la naturaleza sino incorporar la naturaleza a la ciudad”.
Esa experiencia y esa investigación es la que este jueves 27 de enero mostraron ante alcaldes, concejales y funcionarios municipales de todo el país. Los participantes se capacitaron en diversas alternativas para adaptarse al cambio climático, entre las que se cuenta la exposición y la visita a terreno al Laboratorio Vegetal de Las Salinas.
En Chile se mide la proporción de áreas verdes por habitante con mantención. Es decir, lo que se gasta en mantener estos espacios. Eso tiene, además, directa relación con lo que aportan los municipios encargados de esas áreas públicas en las ciudades. El estudio y el método desarrollado por los científicos del laboratorio vegetal permitiría a las municipalidades ahorrar muchísimos recursos, debido a la escasa mantención que ha necesitado este conjunto de especies nativas para desarrollarse.
“Lo que ha hecho el laboratorio vegetal es reconstruir una ecuación ecosistémica que caracteriza nuestros territorios en términos biogeográficos. La ventaja es que nos ahorramos un montón de procesos. Primero, no se seleccionan las especies, se replican. De qué forma, en la misma forma en que ellas se distribuyen. Segundo, cómo se mantiene; no se mantienen. La historia evolutiva permite que ellas entren en las ecuaciones de espontaneidad de los sistemas nativos. No hay que podarlas, no hay que regarlas. Ellas se mantienen solas. Eso significa que la ciudades pueden aumentar los metros cuadrados de áreas verdes por habitante, desde el momento que tu disminuyes los costos de mantención. Si tienes que gastar menos y mantienes la misma inversión, obviamente, puedes tener muchas más áreas verdes”, dice Salvador Donghi.
“Si el municipio se ahorra lo que gasta en mantención, entonces tiene dos opciones: lo que se ahorra lo invierte en beneficio social o lo invierte en más áreas verdes. Cualquiera de las dos resulta sumamente atractiva”, sostiene el científico, quien añade: “esto no solo es un ahorro para el municipio sino que, además, es una forma inteligente de adaptarse al cambio climático. Nosotros tenemos entre 5 a 8 años más de estrés hídrico. No vamos a tener agua para regar los jardines. Y que vamos a hacer, dejar que todo se seque. Lo que hemos estudiado en el laboratorio vegetal nos da una clara respuesta. Cambiemos la fórmula: volvamos a la historia evolutiva que tiene nuestro país”.
Cristobal Elgueta, experto en paisajismo ecosistémico, quien implementó el laboratorio vegetal, destaca que “elegimos plantas que tienen indicadores muy interesantes, desde el punto de vista de atracción de polinizadores: abejas nativas, plantas que produzcan semillas para aves granívoras. Y en general, una familia de plantas que conocimos como pioneras, que son plantas que, normalmente, crecen y se desarrollan en etapas muy tempranas de la colonización de un suelo, lo que significa que son plantas muy rústicas, muy resistentes y que tienen requerimientos nutricionales y de sucesión de microbiología en el suelo bastante simple y poco compleja”.
A lo que apuesta el laboratorio vegetal, explican los científicos no es solamente a usar la flora nativa como tal, sino que a dotar a estos espacios de flora nativa que pertenece a un piso vegetacional, es decir a un ecosistema. Y esto resulta fundamental, porque muchas veces, en temas urbano-paisajísticos, se colocan los árboles equivocados en los lugares equivocados y, también, los árboles correctos en los lugares equivocados, indican estos investigadores.
“Nosotros en este instante podríamos entregar todos estos datos, sumamente valiosos, a las municipalidades que se encuentran en el litoral, como Valparaíso, Viña del Mar o Concón. Por ejemplo, el laboratorio vegetal, perfectamente, lo puedes replicar en el espacio público del parque barón o en el borde costero de Viña. Con el mismo éxito que se aprecia ahora en el laboratorio vegetal”, dice Salvador Donghi.
Luis Álvarez, geógrafo y académico de la PUCV, también impulsor del Laboratorio Vegetal, agrega que “este modelo es absolutamente replicable. Siempre va a haber condiciones que van a cambiar porque son de orden atmosférico. Por ejemplo, Viña del Mar no tiene heladas y por tanto habrá especies que no podrán ser llevadas de la costa al interior, a ciudades como Quillota o San Felipe, pero en esos lugares hay especies que se adaptan a las temperaturas bajo cero. Y todas las ciudades tienen un piso vegetacional. Todas tienen especies nativas que pueden ser llevadas a sus áreas verdes.
Salvador Donghi, complementa que, “en las comunas del interior de la región hay otro tipo de vegetación, pero tenemos el conocimiento suficiente para estudiarlo y ver cuáles son las asociaciones de especies que tienen mejor eficiencia en términos de volumen por metro cuadrado. Y eso significa dotar a la urbe de servicios que hoy no estamos teniendo con esta idea de parque versallesco. Y no se trata de eliminar todo lo que hay de una sola vez, sino de ir complementando con la experiencia de pequeñas jardineras. Emplazando sistemáticamente vas a empezar a tener un comportamiento exitoso. Llegarán otras especies incluso. Entonces, a lo urbano, de gente haciendo deporte, paseando en bicicleta, en patines, le podrías sumar experiencias con insectos, aves y olores, que hasta ahora no están.
Las ciudades empiezan a ganar otras cosas. Empieza la interacción de un sistema en el que nosotros somos cohabitantes”.
Los tres expertos del laboratorio vegetal, no sólo expusieron sus datos ante los participantes de la escuela de verano de la ACHM sino que, además, encabezaron la visita a Las Salinas donde se encuentran plantadas las especies de esta investigación, para que los asistentes al curso, pudieran conocer la experiencia en terreno y luego aplicar los conocimientos adquiridos en las áreas verdes públicas de sus respectivas comunas.
La Presidenta de la Comisión de Recursos Hídricos de la ACHM, la alcaldesa de María Pinto, Jessica Mualim, dijo que “las escuelas son muy importantes para el desarrollo presente y futuro en el cargo, por lo tanto es muy importante aprovechar estas instancias para obtener la mayor cantidad de conocimientos posibles, para aplicarlos en las comunidades”.
Por su parte, Jaime Belmar, Secretario Ejecutivo de la ACHM señaló la importancia que tiene la capacitación, especialmente en las autoridades locales, quienes en las últimas elecciones municipales, se renovaron casi en dos tercios: “Creemos que las autoridades locales requieren de información de primera línea porque la gestión municipal se ha vuelto un componente esencial para el desarrollo de una mejor calidad de vida de los vecinos que habitan nuestros territorios”.
En total, el Laboratorio Vegetal está conformado por un 100% de especies nativas, de las cuales -aproximadamente- un 60% son endémicas. En una extensión de 1300 mts2 hay 25 especies vegetales que conviven entre ellas y que son parte del matorral arborescente esclerófilo mediterráneo costero, uno de los 17 pisos vegetacionales que se conocen en la región de Valparaíso.